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Desgranando el Libro Nuestros hijos en la red: 50 cosas que debemos saber para una buena prevención digital de Silvia Barrera

martes, 31 de marzo de 2020 Sin comentarios

Hoy quiero desgranar el libro que recientemente ha publicado Silvia Barrera: “Nuestros hijos en la red: 50 cosas que debemos saber para una buena prevención digital” en el que nos narra las claves para controlar el exceso de exposición que sufren los menores en un mundo tan digital.

Por un lado es evidente que me interesaba el tema principal que se trata en el libro, pero del mismo modo sentía interés por ver similitudes con mundos más adultos, en los que muchas veces los problemas tienden a converger.

Como bien define el título de su libro, en el mismo se da respuesta a muchas de las preguntas que nos podemos estar haciendo, a la vez que nos conciencia de los riegos que existen en un mundo tan digital.

Antes de nada, quiero agradecer a todos aquellos que como Silvia dedican parte importante de su tiempo en escribir y transmitir su conocimiento.

Como bien comenta en su libro, debemos de entender la tecnología como algo positivo, pero que al mismo tiempo se debe de hacer un uso responsable de la misma prestando atención a los nuevos peligros a los que se van a ver expuestos los menores, y no tan menores diría yo:)

Muchas veces esa nueva ventana que Internet nos está abriendo nos lleva a un mundo completamente nuevo al que debemos de adaptarnos. Un nuevo universo ante lo desconocido lleno de nuevas oportunidades pero al mismo tiempo lleno de nuevos peligros.

Un mundo que abre el sentido de la fama de una forma diferente, y con en el que muchos menores rápidamente se sienten identificados con nuevas estrellas a los que intentan imitar. Ídolos en forma de Influences o Youtubers con los que los menores empatizan y terminar por ser el sueño de sus carreras profesionales.

Un nuevo mundo en el que quizás valores como el del esfuerzo del trabajo y respeto parecen desaparecer, tendiendo a convertimos en seres sumamente superficiales arrastrados por la simpleza en la que poder difundir nuestros mensajes a través nuevas aplicaciones.

Un mundo en el que rápidamente los menores dan sus primeros pasos por la sencillez en su ejecución, pero que al igual que en el mundo físico deberíamos de tenderles esa mano que les sirva para hacerlo de forma correcta el resto de sus vidas.

Se abre un nuevo contenido que nos incita a consumirlo con esa etiqueta que de “gratuito”, pero que se genera a costa de sacrificar nuestra privacidad.

Un nuevo mundo digital en el que muchas veces se potencia el postureo y el número de “likes” en nuestras publicaciones, los cuales son los que parecen determinar nuestro valor en la red, llegando a exponernos de una forma sin igual a fin de alcanzar ese objetivo.

Muchas veces me recuerda a un episodio de la serie Back Mirror en el que el valor de las personas estaba medido por su calificación social. Algo inquietante en el mundo virtual que transcurría en la serie, pero que parece ser una tendencia del mundo real. Un mundo en el que parece primarse el aparentar ante la esencia. En el que nuestro valor como personas vendrá marcado por nuestra calificación social.

Y lo peor es que muchas personas basaran su autoestima en este tipo de calificaciones gestionadas por completos desconocidos. Algo efímero y peligroso que al igual que la Bolsa sufrirá de altibajos corriendo el riesgo de afectar de sobremanera personalidades más débiles.

Conducta que muchos podemos estar siguiendo exponiendo en las redes sociales únicamente momentos maravillosos de nuestras vidas retocadas en caso de ser necesario, para si acaso desvirtuar aún más si cabe la realidad vivida.

En muchas ocasiones retrataremos situaciones dantescas e incluso desagradables carentes de placer, pero que se verán plasmadas en fotografías impactantes en las que mostraremos la mejor de nuestras sonrisas.

Se nos abre por lo tanto un nuevo mundo virtual en el que las reglas de juego parecen cambiar por completo. En el que en ocasiones nos exponemos con nuestro otro “yo”. Un mundo que nos incita a ser diferentes e invencibles, pero que en ocasiones tiende a fundirse con el real, y en el que los problemas empiezan a materializarse. Y una vez esos problemas llegan a nuestras vidas reales lo hacen para quedarse y no se pueden volver a enviar al hiperespacio virtual. Es en ese momento cuando la gran losa cae sobre nuestras cabezas y puede ser tan grande que consiga arrastrar nuestras vidas a la más terrible de las miserias.

Sin tener ni idea de Psicología parece asemejarse a una doble personalidad que muchos parecen tener y que tanto se ha visto retratada en las películas.

Evidentemente como comenta Silvia durante todo su libro, deberíamos de estar al menos atentos y preocupados por como los menores gestionan todo este nuevo entorno por su carácter vulnerable.

Pero del mismo modo es notable el impacto que está teniendo toda esta tecnología en los adultos. El móvil tiende a convertirse en un nuevo miembro de nuestro cuerpo el cual cada vez parece adquirir un mayor protagonismo.

Sufrimos casi de una necesidad imperante de estar conectados. Despertamos un sexto sentido a ese sonido que emite muestro móvil al recibir un mensaje, y que nos genera tal necesidad en cogerlo. Probamente sea otra foto que nos llega de alguna de nuestras redes sociales, pero la sensación será tratarla como si fuese la noticia en la que se informa de la destrucción del mundo requiriendo por lo tanto de nuestra más absoluta atención.

Mensajes y noticias que hacen que restemos horas de sueño a nuestros días y vidas.

En el libro Silvia nos expone todas esas nuevas amenazas que están surgiendo en ese nuevo mundo virtual que viene definidas muchas veces con términos desconocidos como ciberbullying, Happy Slapping, Sexting o Grooming. Supongo que para muchos de nosotros un lenguaje mas bien desconocido.

Conceptos que nacen de una nueva realidad que los menores no parecen concebir sin tecnologías como el Wifi.

Y de todo ello se derivan nuevos problemas que muchas veces se generan por esa sensación de protección y anonimato que la gente siente cuando navega en ese mundo virtual, y en el que los instintos más básicos de supervivencia parecen venirse abajo.

En el inicio del libro se nos insta a realizar un pequeño cuestionario a fin de conocer cuanto conocemos de este nueva mundo virtual en el que los menores pueden campar a sus anchas sin ser conscientes de los riesgos a los que están expuestos.

Evidentemente si queremos proteger a los menores, antes debemos de conocer y entender el nuevo escenario que se nos presenta. No debemos tomar la actitud del avestruz escondiendo la cabeza a fin de escondernos de la realidad y esperando que nunca nos toque vivir una situación desagradable. Todo lo contrario. Debemos de estar preparados para lo que pueda venir encima.

Un mundo en la que información resulta sencilla de obtener, pero que al mismo tiempo todo lo que hagamos de una forma más o menos consciente, quedara plasmada en ese mundo virtual de una forma permanente, y el que los errores van a ser complicados de ocultar, corregir y pasar página.

Un mundo que de primeras parece ser más permisivo ofreciéndonos un campo de batalla ideal para realizar muchas de esas actividades que no se nos permiten en el mundo real, en el que parece tenemos un mayor control que en el virtual.

Y esa debiera de ser una de las primeras obligaciones de los adultos. El conocer y controlar lo que los menores estar haciendo y publicando en la redes. Porque muchas veces son estas las que les ofreces la libertad de expresar todo aquello que no pueden en el mundo real. Muchas veces esa libertad se tiende a confundir con la impunidad.

En el libro se confirma que muchas veces debemos de perder ese miedo a comprobar que es lo que están haciendo los menores en las redes por pensar que invadimos su intimidad. Lo cierto es que no lo debemos de hacer con ese propósito, pero si con el de conocer la información que estos están consumiendo y la forma en la que lo están haciendo.

Al final no debemos de olvidar que son menores, y a pesar que hayan nacido en un entorno digital, debemos de ser nosotros los que les guiemos en el buen uso que deben de hacer de las herramientas y la tecnología que se les proporciona.

No van a ser conscientes de los peligros que se esconden detrás de la red. Debemos de ser nosotros quienes sirvamos para agudizar su sentido común en sus primeros pasos experimentando la red.

Muchos han perdido todo miedo a ejecutar aplicaciones en la forma que sea y conseguir de este modo de una forma inmediata todo el contenido que desean. No se paran a pensar en las consecuencias que eso puede suponer al tratarse aparentemente de un mundo virtual carente de peligros.

Como se ha comentado anteriormente debemos de explicarles que lo virtual muchas veces se tiende a convertir en real, y al igual que entienden de los peligros físicos en el mundo que consideran real deben de entender los que se generan en el virtual. Entender que también existen las malas personas ocultas detrás de los dispositivos que van a intentar aprovecharse de buenas voluntades.

Les debemos de proporcionar un clima de confianza en el que se establezca un canal bidireccional de comunicación.

Como en el mundo de los adultos Silvia nos propone adoptar los mismos sistemas de protección como instalar sistemas antimalware, contraseñas seguras o tener los equipos y antivirus actualizados.

Debemos de ser especialmente cuidadosos con la privacidad de los menores, y que estos no se expongan en conversaciones con aquellos que no conocen.

Ser conciertes de que Internet en un principio es una ventana en la que no existen restricciones a la hora de acceder al contenido. Contenidos que no siempre transmiten verdades, y a la vez que decimos que Internet es una ventana maravillosa en cuanto a la divulgación de contenido, también es un mundo que puede esconder información adulterada con intereses poco honestos.

Incluso nos abre la puerta a lo que se conoce como la “Internet Profunda” que muchas veces da cobijo a comentar acciones poco éticas o delictivas.

Debemos ayudar a los menores a conocer las diferentes aplicaciones y redes sociales. Al igual que las películas estar calificadas por edades para su consumo, lo mismo sucede con las redes sociales. Los menores no debieran de tener esa libertad de consumir cualquier tipo de contenido ni red social si esta no es propia para su edad.

Debemos de ser claros a la hora de explicarles que no se debe subir a las redes contenido personal en el que expongan su intimidad. En ese sentido se recomienda disponer de todas las contraseñas de los menores a fin de asegurarnos que esto se está cumpliendo.

En el libro se comenta sobre el uso de herramientas de control o supervisión. Pueden ser un recurso interesante si se usan con responsabilidad de tal forma que el menor no vea amenazada su intimidad, pero que en ningún caso estas pueden sustituir al control por parte de los adultos. Herramientas que pueden bloquear la búsqueda de determinado contenido, hacer uso de la geolocalización o de las aplicaciones que se puedan instalar, así como controlar el tiempo que hacen uso del dispositivo.

Y esto se comenta porque los menores van a intentar agudizar su ingenio para burlar las medidas de seguridad que este tipo de herramientas imponen. Suele ser mucho más efectiva la educación en ese sentido. Educarles para que hagan un uso responsable de la tecnología y enseñarles a aplicar el sentido común para no dejarse engañar.

Como ya hemos comentado se remarca en varias ocasiones que los menores tienden a pensar que mucho de lo que consumen en Internet es gratuito, lo que no saben es que todo ello se paga con su privacidad. Otras veces las aplicaciones empiezan siendo gratuitas y sin darnos cuenta pasado ese mes de prueba se convierten de pago, o tenemos aquellas en las que su dinámica de juego se basa en microcréditos que una vez comprados nos hacen avanzar o adquirir premios en el juego.

Aplicaciones que desde su inofensiva apariencia nos obligan a aceptar permisos que vulneran de manera notable la privacidad de todos nosotros.

Silvia nos habla también desde su experiencia sobre la forma en la que todos estos nuevos entornos han facilitado mucho la vida a los depredadores sexuales.

Los malos se sienten arropados para esa falta de exposición al mundo físico, apoyándose en herramientas de ingeniería social con las que tienen capacidad de convencer a los menores para que se les haga entrega de videos o información que pueda comprometerles.

Porque debemos de ser conscientes de que los malos van a hacer uso de toda la artillería tecnológica y recursos para llegar a los menores y obtener lo que desean.

Es en este punto donde en el libro se nos indica que debemos de estar atentos a cualquier tipo de aptitud sospechosa que podamos detectar en los menores.

También en el libro se reitera en repetidas ocasiones el peligro que supone la cultura de la sobreexposición por esa dependencia de la cultura del “Like” ya comentada en la que los menores tienden a publicar por completo sus vidas, llegando un momento en el que lo privado se confunde con lo público, por lo que se advierte de la importancia de controlar siempre lo que los menores publican en las redes.

Uno de los temas que siempre genera debate es la adición que el uso del móvil esta suponiendo a los menores. Debemos de educarles para hacer un uso adecuado del móvil, no temiendo en la posibilidad de retirarles el mismo en caso de que las conductas no sean las adecuadas y eso derive en una falta en sus obligaciones. Se les debe enseñar unos buenos hábitos que perduren en el tiempo.

Debemos a su vez tener cuidado con lo que los menores graban con los móviles o incluso las acciones que efectúan delante de los mismos al ser estos espías potenciales que pueden sacar a la luz nuestras experiencias más personales.

Otro de los tema interesantes sobre los que se habla es en la forma en la que debemos proceder una vez tengamos sospechas de que un menor está sufriendo algún tipo de abuso en la forma en la que sea. O por ejemplo como actuar en caso de encontrar pornografía infantil en alguno de los dispositivos. Se debe avisar a las autoridades y no debemos tomar acciones por nuestra cuenta. Se recomienda no alterar las pruebas realizando acciones por nuestra cuenta y debiendo siempre acudir a profesionales como Peritos Forenses para que estos puedan analizar las pruebas y están a su vez tenga validez judicial.

Aunque en este punto también se hace hincapié en que la denuncia no siempre debiera de ser nuestra la primera de nuestras opciones. Ha casos menos “no graves” en los que tenemos identificado el origen de las agresiones, y puede ser interesante el recurrir a otra vías como colegios o los propios padres para solucionar el problema.

Lo que se intenta transmitir es que la denuncia no debiera de ser la primera de nuestras opciones en estos casos, porque una vez esta se produce este tipo de investigaciones requieren de mucho tiempo y grandes recursos para poder procesarse, y muchas veces es complicado el llegar hasta el agresor con pruebas sólidas para poder proceder a una condena.

Durante todo el libro se habla de la importancia de preocuparnos por nuestra privacidad y la de los menores a fin de evitar el robo de nuestros perfiles en las redes lo que supondría una usurpación de nuestra identidad digital con los problemas derivados que eso nos va a suponer.

Cuidado con los datos que ofrecemos a la hora de instarlas esas aplicaciones que consideramos gratuitas y se nutren de toda esa información que muchas veces de una forma descuidada les estamos proporcionando a las empresas.

Como ya se ha comentado anteriormente los menores no se van a parar en revisar largos textos legales de cesión de datos. Ellos buscan inmediatez a la hora de consumir contenidos.

Esto sin darnos cuenta está generando que nuestra privacidad sea esa moneda de cambio que estamos ofreciendo sin ser muy conscientes de ello.

Se nos advierte del peligro de todas esas redes sociales que triunfan entre los menores. Redes como ThisCrush, Yellow, Snapchat, Tumblr, Ask.fm, ThisCrush, OoVoo, Whisper o TikTok.

Redes que muchas van a ser completas desconocidas para muchos de nosotros, pero que si sabemos que los menores están haciendo uso de ellas debemos al menos preocuparnos por conocer el tipo de contenido que se publica y la edad requerida para poder hacer uso de las mismas.

Debemos de ser capaces de explicarles que no todo lo que se publica en las redes son verdades absolutas y que muchas veces estas son utilizadas como medios propagandísticos que arrastran bulos cargados de gran desinformación.

O que muchas veces vienes cargadas de algo mucho peor, en las que se inician cadenas peligrosas incitando a los menores a realizar actividades peligrosas llegando algunas veces a tener trágicos finales. Retos muy peligrosos, de ahí la importancia de detectarlos de una forma temprana.

Para terminar, entiendo que todo esto puede llegar a asustar, pero no debemos tener miedo a la tecnología porque es algo extraordinario lo que nos ofrece, pero al mismo tiempo sí que debiéremos respetarla conociendo los nuevos peligros a los que nos exponemos si hacemos un mal uso de la misma.

Quizás no este de más el pensar en George Orwel cuando publica su 1984 o ese otro libro que reza como manual de supervivencia en un mundo hiperconectado.

Porque nos guste o no, vamos a vivir en una generación hiperconectada en el que va ser muy complicado el que los agnósticos puedan sobrevivir. La tecnología ha cambiado por completo nuestra forma de comunicarnos y relacionarlos, y ha venido para acompañarnos el resto de nuestros días.

Termino volviendo a dar las gracias a todos aquellos que como Silvia, dedicáis vuestro tiempo y vuestro esfuerzo en escribir tantas líneas que tanto nos hacen disfrutar a muchos de nosotros.

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