La importancia de ver y afrontar los cambios
En el artículo de hoy quiero tomar como excusa el libro ¿Quién se ha llevado mi queso? de Spencer Johnson, un viejo conocido supongo de muchos con el que he disfrutado mucho.
Un libro que recomiendo por su sencilla lectura y el que voy a utilizar como excusa para ahondar en el mensaje sobre el esfuerzo y lo complejo que pueden suponer afrontar los cambios.
Mensaje que se refuerza si cabe por su sintonía con este periodo tan complicado de tanta incertidumbre pero a la vez de oportunidades.
El libro no deja de ser la narración de una fábula en la que se utiliza el Queso como metáfora de lo que queremos realizar en la vida.
Y ese viaje hacia tan deseado y perfecto queso puede ser muy diferente en función del perfil de las personas.
Unos en los que su aparente simpleza a priori se podría considerar como una desventaja pero que en ocasiones les ayuda a tomar decisiones rápidas, y otros en los que la ventaja de sus analíticas mentes se puede convertir en parálisis a la hora de afrontar los cambios.
Un viaje a ese primer queso que simplemente debiera de ser la primera de nuestras etapas en nuestras largas vidas. Un viaje que no debiera más que empezar en ese punto.
Quizás para muchos esa primera parada sea el epicentro de su círculo de confort. Un círculo que puede finalmente marcar las fronteras de nuestras vidas para siempre. Este punto creo que también viene muy marcado por culturas y entornos en los que nos hemos desarrollado.
Nos gusta ver películas porque nos muestran vidas ajenas. Sentirlas como si fueran propias pero desde la distancia sin el miedo de la responsabilidad de vivirlas en primera persona. Pero cuando dejamos de hablar de la ficción y asumimos el peso del papel protagonista este nos puede terminar ahogando a la hora de tomar decisiones.
Tendemos a resistirnos a los cambios por el miedo. Ese miedo que hace que nos tiemblen las piernas a la hora de tomar decisiones.
Solemos dedicar tanto esfuerzo en alcanzar esa primera etapa de nuestras vidas que tendemos a convertirla en una meta, aferrándonos a ese logro y pensando que no merece la pena realizar esfuerzos futuros por cambian algo a lo que hemos tenido que dedicar tanto esfuerzo en conseguir.
Creemos haber conseguido ese queso perfecto que tanto añorábamos. Pensamos que nada de lo que nos pueda ofrecer el mundo lo va a poder mejorar. Incluso tener esa falsa seguridad de que nada puede afectar a nuestras perfectas o seguras vidas. Tenemos el queso perfecto y añorado. ¿Qué más podemos desear?. Ahora solo queda protegerlo. Pero quizás no sea tan perfecto, y simplemente nos hemos vuelto cómodos y le tenemos apego y cariño.
Vemos el mundo exterior como algo peligroso en el que no merece la pena poner un pie en arriesgarse y descubrirlo. Ese temor al fracaso de lo que tanto os he hablado.
Y estamos tan absortos en nuestras vidas y trabajos que estos no nos dejan ver los cambios que se están produciendo a nuestro alrededor. No vemos señal alguna. Parece que estemos esperando la luz de un gran faro que nos ilumine hacia un nuevo rumbo, y muchas veces no vemos esas luces que emiten pequeñas linternas en ocasiones suficientes para dictarnos el nuevo camino a seguir.
Pequeñas pero importantes señales que debieran ser suficientes para alertarnos de que un cambio se acerca.
Pero aun así muchas veces seguimos aferrándonos a esa falsa seguridad a lo conocido permaneciendo estáticos al cambio. Ese tipo de posturas podrían llevarnos al fracaso.
Y lo que nos puede terminar pasando es que ese temido cambio del entorno termine por llegar. Quizás el entorno haya cambiado tanto que esa burbuja en la que nos creíamos seguros sufra tal presión desde el exterior que termine por estallar.
Y llegado ese día puede que sea demasiado tarde para volver a levantarnos y empezar nuevamente a recorrer el camino. Porque quién sabe si hemos destinado tantas fuerzas y energía en mantenernos dentro de nuestra querida burbuja que no nos queden fuerzas para volver a caminar.
Ese cambio debe de venir de un mismo y que este no sea impuesto por agentes externos. Porque ese tipo de cambios forzados y obligados no son buenos consejeros.
Sin embargo si este cambio lo genera uno mismo podemos tener la fortaleza para estar preparados para futuros desarrollos que se deriven en nuestras vidas.
Porque debemos de ser conscientes de que aunque nosotros sigamos haciendo las cosas del mismo modo, las situaciones pueden cambiar y dejarnos a la deriva en un mar sin retorno.
Debemos de estar siempre alerta y abiertos al cambio. Saber adaptarnos. Plantearnos que la vida nos puede ofrecer nuevas oportunidades maravillas que pueden incluso mejorar las que consideramos inmejorables.
Si siempre permanecemos haciendo lo mismo, a la postre no debiéramos de preguntarnos el por qué las cosas no terminan de mejorar. Ese tipo de conversaciones suelen ser muy socorridas para apaciguar nuestro maltrecho yo interior.
Tampoco me refiero a complicarnos nuestras vidas en un sin sentido. Siguiendo un símil con la programación muchas veces tendemos a complicar una solución con algoritmos complejos, cuando estas se pueden resolver en unas simples líneas de código. Es importante el no complicarnos más de lo estrictamente necesario adaptándonos a los cambios con rapidez.
Por lo tanto debemos de perder ese miedo. Ese miedo a fracasar muchas veces, y no sorprendernos que una vez iniciada la búsqueda hacia nuevos quesos, ese recorrido no sea tan complicado como pensábamos sino que se sea una bonita senda sobre la que poder disfrutar.
Y si hemos conseguido perder ese miedo nos preguntaremos el por qué no lo hemos hecho antes. Pensaremos sobre todas las posibles oportunidades perdidas, pero a su vez recuperaremos la ilusión y motivación por empezar a recorrer nuevos caminos y empezar a disfrutar de esos cambios.
Importante por lo tanto ir observando esos cambios para poder estar preparados para poder afrontarlos.
La parte buena es que a estas alturas no creo necesarias gafas de grandes aumentos para darnos cuenta de los grandes cambios que se nos avecinan. Creo que la luz proviene de ese gran faro que nos está alertando. No podemos estancarnos recordando felices tiempos pasados, alzando nuestros brazos y llorando de amargura preguntándonos que ha podido pasar cuando todo esto aterrice y nos termine desplazando si no nos hemos preparado para ello.
No digo que tengamos que ser temerarios desgarrándonos todas nuestras vestiduras y saliendo pecho al aire como si no hubiese un mañana. Pero tampoco permanecer al calor de nuestra zona de confort.
Solo pido que abramos nuestros ojos y despertemos nuestra curiosidad.
Os dejo unos mensajes que aparecen en le libro para la reflexión:
- Tener queso te hace feliz
- Cuanto más importante es el Queso para ti, tanto más deseas conservarlo
- Si no cambias te puedes extinguir
- ¿Que harías si no tuvieras miedo?
- Olfatea el Queso con frecuencia para saber cuándo comienza a enmohecerse
- El movimiento hacia una nueva dirección te ayudara a encontrar Queso Nuevo
- Cuando dejas atrás tus temores te sientes libre
- Imaginarme disfrutando de Queso nuevo antes incluso de encontrarlo me conduce a él.
- Cuanto más rápidamente te olvides del Queso Viejo, antes encontrarás el Queso Nuevo
- Es más seguro buscar en el laberinto que permanecer en una situación sin Queso
- Las viejas convicciones no te conducen al Queso Nuevo
- Al comprender que puedes encontrar Queso Nuevo y disfrutarlo, cambias el curso que sigues
- Observar pronto los pequeños cambios te ayuda a adaptarte a los grandes cambios por venir
- El cambio Ocurre / Controla el cambio / Anticípate al cambio / cambia /Disfruta el cambio
- ¡Moverse con el Queso y disfrutarlo!
¿Te apuntas al cambio?